Esta es una iniciativa del Foro de Hombres por la Igualdad. Se trata de que todas las personas escribamos una entrada sobre masculinidad contestando a una pregunta. La de las mujeres es: ¿Qué pediríamos a los hombres? Y para los hombres proponen otra pregunta: ¿A qué nos comprometeríamos? Os invito a que sigáis la iniciativa para crear una red de reflexión sobre masculinidad, un tema clave para avanzar hacia la igualdad y que, aunque sea cada vez más frecuente en los medios de comunicación, creo que no se aborda lo suficiente. Gracias a quien me ha invitado a sumarme (¡lindo!). En la imagen, el manifiesto que ha redactado el Grupo de Hombres por la Igualdad de Álava. Os invito a que os suméis a él. Al principio he pensado, "a los hombres les pediría tantas cosas...: respeto, comprensión, complicidad, sensibilidad..." Pero he decidido que hay algo, una sola petición, que solucionaría el resto de demandas:
A los hombres les pido que sean libres. Que se sientan libres para olvidar lo que han aprendido que significa ser hombre. Que olviden todos los estereotipos, todos los modelos, los valores impuestos, y se limiten a ser auténticos. Un hombre libre es un hombre seguro de sí mismo, que no necesita utilizar la violencia o una supuesta superioridad para reafirmarse. Las jerarquías perderían todo el sentido. Un hombre libre no tendría miedo a conocer a mujeres libres, disfrutar y aprender con ellas.
Hay un argumento aparentemente a favor de la igualdad que se escucha mucho y me enerva. Es algo así, como, "respeto a las mujeres por mi hermana, mi madre, mi hija...". Un hombre libre no tendría que buscar motivos fuera para respetar a las mujeres. Sería un sentimiento completamente espontáneo que sale desde dentro, no entra desde fuera. Mujeres y hombres nos encontraríamos libres de la agotadora necesidad de seducir, conquistar, poseer... Libres de todo envoltorio y parafernalia, tendríamos relaciones más sencillas y puras.
Un hombre libre sería inevitablemente un hombre pacífico. ¿Para qué recurrir a la violencia si estoy a gusto conmigo mismo, seguro de mis capacidades y contento con el camino que he elegido? El poder pierde el sentido cuando la persona ya se siente fuerte y poderosa sin tener que someter a otras. Además, un hombre libre sería un amante, un padre y un hijo atento. Libre de la idea de que el cuidado es cosa de mujeres, disfrutaría tanto dando afecto como ahora disfruta recibiéndolo.
Sería también un mejor amigo: escucharía, se atrevería a entablar conversaciones íntimas y profundas, y a dar y recibir abrazos y besos. Sería mejor trabajador, porque no renunciaría a su vocación por considerarla femenina (pongamos enfermero), no perdería el tiempo obsesionado con el poder y la competitividad, y abordaría sus obligaciones sin frustraciones y de una manera más humana. Se le abriría un enorme abanico de placeres hasta ahora prohibidos o tabú: el cuidado del cuerpo, de la casa, el arte de cocinar, bailar, disfrutar con la música que uno quiera (incluido Bisbal), abandonarse al placer sexual sin miedo a parecer poco hombre u homosexual... Sería en definitiva mejor persona, sería un hombre feliz, libre de limitaciones autoimpuestas, de prejuicios, de carencias, de culpas... Un hombre que no tiene que dar siempre la talla, que no intenta ser un superhéroe perfecto.
Todo lo que he dicho tal vez sea una obviedad. La pregunta complicada es cómo puede conseguir un hombre ser libre. Para ello, como ya he expresado a menudo en este blog, el primer paso imprescindible es reconocer que no lo es. Y es probablemente el paso más difícil. Pocos hombres reconocerán que no son libres, algunos por no ser conscientes de las imposiciones machistas a las que se han doblegado, y otros por creer que ya han hecho todos los deberes, que ya son coherentemente feministas. El primer paso, pues, es reconocer: "Yo no soy libre, no soy el hombre que quiero ser sino el que la sociedad espera que sea".
El segundo paso es ser consciente de las consecuencias que tiene para uno mismo no ser un hombre libre. Las relaciones son superficiales, frías, condicionadas por prejuicios y límites absurdos. La autoimagen es negativa, porque es imposible que uno esté a gusto consigo mismo si mantiene ese tipo de relaciones y restricciones. Además, recordemos los problemas que, según el movimiento de hombre, están relacionados con seguir los valores machistas: más accidentes de tráfico, drogadicciones, depresión y estrés, suicidios, estancias en la cárcel, problemas de salud, menor esperanza de vida...
A los hombres abiertamente machistas les pediría que se pregunten por qué lo son y qué beneficios les reporta serlo. A los hombres que se declaran igualitarios les animaría a practicar una exploración más profunda y autocrítica para detectar los posos que la cultura machista ha dejado inevitablemente en ellos. A todos les pediría que enunciasen: "Soy machista, lo reconozco, y sé que eso no sólo daña a las mujeres sino que a mí también me perjudica. Voy a cambiar por respeto y amor hacia el resto de personas pero, sobre todo, por respeto y amor a mí mismo".
El tercer paso que les pediría dar es pensar:
- ¿Qué se espera de mí en una sociedad machista?
- ¿Qué me apetece hacer a mí?
- Cuando actúo, ¿me guío por lo que me apetece o intento cumplir lo que se espera de mí?
Creo que esas preguntas ilustrarán el desajuste y reforzarán la convicción de que no somos libres.
Y el cuarto paso estaría compuesto de pequeños pasitos cotidianos y liberadores: comprar esa camisa rosa que me ha gustado, cuidarme la piel con cremas o embellecer mis ojos con un poco de maquillaje, regalar unas flores a un amigo que quiero, limpiar y decorar la casa, cantar a gritos "Como una ola", besar a mis hijos y decirles que les quiero con naturalidad, no ir a más de 120 km/h y disfrutar del paisaje, dejar conducir a mi novia o coger el autobús, preparar una cena a mi pareja y hacerla sentir como una reina o rey, aparcar las conversaciones sobre fútbol y sexo para contar mis preocupaciones o alegrías, leer poesía, emocionarme con una película romántica...
Afrontar todo este proceso con una actitud militante es positivo, pero creo que las dos claves son la naturalidad y los pequeños gestos. Es decir, menos pancartas y eslóganes, menos imposturas, porque sería estúpido dejar de intentar cumplir el ideal machista para esforzarme ("esforzarme"
es forzarme y se trata de ser auténtico y feliz), en cumplir el ideal feminista. En vez de eso, me centro en dejar fluir mi voluntad en el día a día. Intentemos ser libres y auténticos en cada cosa que hagamos y el resto vendrá sólo, imparable. Sereno y desmedido.