domingo, septiembre 27, 2009

Para distraernos de lo que ustedes saben


Hace tiempo que abandoné la sana costumbre de entregarme al peloteo de mis amistades en mis posts, pero no puedo dejar de recomendaros las crónicas que ha escrito Ander Izagirre en su blog durante su viaje a Bolivia.

Creo que la mayoría sabéis quién es Ander (San Sebastián, 1976), periodista y escritor de viajes que conocí a raíz de que Lucía nos mandara leer en la carrera su maravilloso (y literalmente tórrido) libro Los sótanos del mundo. Tres años después puedo presumir de contarle entre mis amigos, tanto blogueros como terrenales.

Gracias a su blog, hemos sido partícipes de sus andaduras bolivianas. Hemos llegado incluso a sentir con él, o al menos intuir lo que él sentía. Le he imaginado aturdido pero muy divertido en medio de la algarabía de las asambleas populares; profundamente consternado al conocer a Abigaíl, una adolescente de 14 años que trabaja en las minas en condiciones de explotación; disfrutando de un curioso partido de fútbol de mujeres indígenas... Todo un terremoto emocional que espero que nos pueda contar largo y tendido cuando se recupere.

Mientras esperamos a ver publicados los reportajes en la prensa, os dejo con la historia de estas futbolistas guaraníes que dan teta entre gol y gol. Me gusta porque, si bien denuncia la terrible situación de las mujeres guaraníes, se queda sobre todo con su capacidad para organizarse, ilusionarse y disfrutar. La foto la sacó el también periodista Daniel Burgui, compañero de viaje de Ander, quien cuenta el partido y mucho más en su blog.

Para distraernos de lo que ustedes saben

El partido entre los equipos de Urundaiti y Boyuibe se retrasa unos minutos: Susana, una de las jugadoras, está detrás del córner dando el pecho a su bebé (ved esta foto de Dani).

Susana, guaraní de 25 años y madre de seis hijos, salta por fin al campo y se instala en el borde de su área, donde no dejará pasar ni una bola en todo el partido: una defensa central infranqueable. El campo es una gran explanada de tierra irregular, despejada en medio de la aldea guaraní de Urundaiti, en el Chaco boliviano.

(Más fotos del partido, también de Dani).

El partido sufre otro pequeño retraso: el entrenador Carlos advierte que tres de las jugadoras de Urundaiti están embarazadas y no deberían participar. Se reorganiza el equipo. Unas señoras obesas de unos 35 años se visten la equipación y salen al campo en sustitución de las embarazadas. Junto a ellas juegan mujeres de 25 o 26 años con media docena de hijos cada una y hasta una chica de 14 años que también ha estado amamantando a su bebé unos minutos antes del partido.

Los equipos y los partidos están organizados por Momim (Movimiento de mujeres indígenas del mundo), una asociación dirigida por la inagotable Margoth Segovia, que lleva años peleando por mejorar la vida de las mujeres del Chaco. En una sociedad como la guaraní, que según Margoth es tremendamente machista, y cuyas familias a menudo trabajan en régimen de servidumbre para los grandes terratenientes de la zona, las mujeres apenas tienen oportunidades para desarrollar ningún oficio ni ninguna afición. Abundan los malos tratos, el alcoholismo de los hombres, la violencia en las casas, las mujeres abandonadas con un montón de hijos o la subordinación total a los maridos. Incluso las que no padecen esos problemas apenas tienen tiempo para nada más que cuidar a la prole y llevar la casa.

-Nos reunimos para disfrutar todas juntas del deporte -dice Margoth a las jugadoras de ambos equipos, en el discursito previo al partido-. No se trata de jugar a muerte. Queremos que perdure la amistad, el respeto y la solidaridad entre todas nosotras. Hacemos deporte para distraernos de lo que ustedes saben.

La doctora española Pilar Mateo (inventora de una pintura especial que acaba con las vinchucas, transmisoras del mal de Chagas) y Margoth Segovia impulsaron una asociación en la que imparten cursos para enseñar oficios a las mujeres, les ofrecen asesoría legal para los problemas domésticos y para que conozcan sus derechos, organizan un programa de radio semanal y hasta organizan campeonatos de fútbol.

Yobinka Guzmán, arquera del equipo de Boyuibe, tiene 29 años, cuatro hijos y un sobrino adoptado en su propia casa. Todos los días se levanta a las seis de la mañana, da la leche a su chiquito de 2 años, prepara el desayuno a los hijos mayores y sale al trabajo: es educadora en una escuelita de la aldea guaraní de Pueblo Nuevo, donde atiende a niños de 2 a 4 años. Al mediodía prepara la comida para su familia y arregla a los hijos para que vayan al colegio por la tarde. Luego dedica varias horas a limpiar las ropas y la casa. Y por la noche acude a los entrenamientos del equipo de fútbol.

-Duermo como muerta -dice, entre risas.

(Los goles y las mejores jugadas, las mujeres embarazadas que sueñan con dar a luz a tiempo para participar en la Donosti Cup 2010 y la jugadora sofocada que en el descanso pide una teta fría para amamantar a su bebé aparecerán en el reportaje que espero publicar más o menos pronto).

sábado, septiembre 12, 2009

Prostitución, hipocresía y Ley de Extranjería

Es el título del artículo de opinión que me han publicado, por ahora, en Diario de Noticias de Gipuzkoa y Mujeres en Red. En Público lo han resumido para sacarlo como carta de los lectores. Tengo la esperanza de que salga en algún sitio más en euskera. Espero que os guste y que debatamos.

Prostitución, hipocresía y Ley de Extranjería

por June Fernández

U
NAS sórdidas y denigrantes fotos publicadas la semana pasada por un destacado diario español que mostraban escenas de sexo explícito en pleno centro de Barcelona han reabierto el debate sobre cómo han de actuar las instituciones ante la prostitución. Un debate necesario pero que, lamentablemente, se está tratando como un mero problema de orden público. Lo que inquieta a la opinión pública no es la situación de discriminación múltiple, invisibilidad y vulneración de derechos en la que viven las mujeres -en su mayoría inmigrantes sin papeles- que ejercen la prostitución, sino que sus barrios se vean salpicados por escenas marginales.

Euskadi no es ajena a ese debate. El Ayuntamiento de Bilbao, por ejemplo, lleva meses preparando una ordenanza municipal a semejanza de la barcelonesa. El objetivo, una vez más, no es proteger a las mujeres nigerianas sin papeles que ofrecen servicios sexuales en las calles de nuestra ciudad, sino mantenerlas dispersadas y ocultas (lo que dificulta la intervención sociosanitaria con ellas) para evitar que manchen la imagen de la villa.

Pero las fotos de Barcelona han servido también para reabrir la recurrente discusión entre si la solución final pasa por abolir la prostitución o regularla. Quienes presionan para vaciar la vía pública de mujeres que ejercen la prostitución reclaman la segunda opción. En nuestra opinión, sin embargo, el debate abolición versus regulación ha sido superado por la realidad social. No tiene sentido hablar de regulación cuando alrededor del 90% de las prostitutas son inmigrantes, y la práctica totalidad de las que ejercen en la calle están en situación de irregularidad.

En la actualidad, la única vía factible de regularización para cualquier persona inmigrante es el arraigo social, que exige demostrar la residencia continuada en el Estado español durante tres años y presentar un contrato de trabajo. El ministro Corbacho ha reducido prácticamente a cero la otra vía, la de la contratación en origen, y resulta improbable que interprete que la prostitución es un trabajo de difícil cobertura que requiera de mano de obra extrajera. Es decir, que para que una prostituta pudiera regularizarse tendría que vivir primero tres años sin papeles y presentar una oferta de empleo por cuenta ajena; para trabajar en un club. ¿No se pueden hacer autónomas? Basta con mirar los requisitos para que una persona inmigrante se acoja al estatuto del trabajo autónomo para entender que es completamente inviable.

En definitiva, por mucho que se legalizase la actividad, el sector seguiría inmerso en la economía sumergida: los dueños de los clubs se seguirían lucrando a costa de trabajadoras en situación irregular, sin derechos ni opción de establecerse por cuenta propia. Si la presidenta de Madrid Esperanza Aguirre afirma que no apostar por regular la prostitución "es una hipocresía", desde nuestro punto de vista lo hipócrita es obviar que dicha opción no mejoraría la situación de la gran mayoría de las prostitutas debido a un marco normativo que discrimina a la población inmigrante en todos los ámbitos de su vida.

La conclusión es clara: si de algo son víctimas esas mujeres, además de las desigualdades de género, es de la Ley de Extranjería, que reduce sus opciones laborales a las más precarias y alienantes, como la prostitución y el trabajo doméstico. Se suele apelar a las mafias para justificar las actuaciones contra la prostitución, y se las señala como origen del problema. En nuestra opinión, las mafias no hacen sino aprovecharse de la situación que genera el blindaje de fronteras; al impedir a las mujeres emprender un proyecto migratorio autónomo, las arroja a estas redes de explotación sexual.

Por si fuera poco, incluso el Plan Nacional contra la Trata aprobado el pasado año reconoce que a las mujeres víctimas de trata el miedo a ser expulsadas con arreglo a la Ley de Extranjería les frena a denunciar a sus explotadores y agresores. El mismo Plan, en cambio, supedita la protección de las víctimas a que colaboren con la Policía, una condición que nos parece inadmisible y que muestra que se sigue priorizando la persecución a las mafias, en vez de primar que se garanticen la seguridad y los derechos básicos de sus víctimas.

Paradójicamente, lejos de entender la Ley de Extranjería como un problema que agrava el fenómeno de la prostitución (controlado en buena medida por las redes de trata), responsables políticos como el alcalde de Barcelona proponen como solución endurecer su aplicación contra las inmigrantes que la ejercen. En otras palabras, como la Policía no las puede detener por su actividad, ya que no es ilegal, les abre una orden de expulsión por estar en situación irregular. Los mismos responsables políticos que afirman actuar contra la prostitución porque oprime a las mujeres proponen para ellas el doble castigo de ser expulsadas después de permanecer en nuestra sociedad invisibles, sin derechos y expuestas a los riesgos para la salud física y emocional, las agresiones y coacciones ligadas a dicha actividad. Por otro lado, se habla de "salvarlas", cuando lo que piden estas mujeres no es que nadie les salve de la estrategia de supervivencia que han elegido, sino que sean reconocidas como ciudadanas con voz e iguales en derechos que la población local.

Por último, si bien se multiplican los mensajes que culpan y estigmatizan a las prostitutas, u otros que las victimizan señalando como últimas responsables a las redes de explotación sexual, llama poderosamente la atención que apenas se cite al otro colectivo protagonista, sin el que la prostitución desaparecería: los puteros. Es de cajón: no hay oferta sin demanda. Sin embargo, que esa demanda no sólo siga existiendo, sino que esté en plena forma e incluso cada vez más aceptada como una opción sexual más en una sociedad en la que todo está en venta, apenas despierta reflexiones.

¿Qué piensan y sienten esos chicos jóvenes occidentales sin reparos para penetrar en plena calle a mujeres sin derechos relegadas a la categoría de ciudadanas de tercera? ¿Por qué si se acepta que la prostitución supone una forma de opresión contra las mujeres no se señala a los opresores; los clientes que alimentan el negocio? Echo en falta más iniciativas de sensibilización con perspectiva de género que, frente a la idea frívola de "ir de putas" como un plan de ocio más, conciencien a los hombres del papel que juegan cuando deciden contratar servicios sexuales.

En definitiva, combinar una mirada antirracista y feminista se presenta indispensable para entender las causas y los elementos que alimentan la prostitución y, por tanto, poder desarrollar políticas justas y efectivas para combatirla.

* Integrante de SOS Racismo

jueves, septiembre 10, 2009

¿Dónde están las vándalas?


Cada vez tengo más claro que la perspectiva de género es fundamental para comprender prácticamente toda realidad social. El trabajo centenario de las feministas ha permitido avanzar mucho en analizar el impacto que las diferentes políticas, tendencias, etc. tienen sobre las mujeres. La Ley Vasca de la Igualdad insta incluso a que toda iniciativa de las instituciones vascas mida el diferente efecto que tendrá sobre mujeres y hombres.

Sin embargo, la parte de los hombres está muy verde. Los accidentes laborales, las drogas, la violencia en general, la pedofilia(esto merece un post aparte)... Existen infinidad de problemas con rostro de hombre, asociados íntimamente a los valores sobre los que se construye la identidad masculina. Mientras que eso siga sin reconocerse, será imposible articular políticas efectivas.

El compañero del movimiento de los hombres por la igualdad Ritxar Bacete ha dado un primer paso fundamental, nombrando en la prensa la relación entre la violencia juvenil y la construcción de la identidad masculina. Lo hace evidenciando que, si bien se buscaron decenas de explicaciones sociológicas a lo ocurrido en los disturbios de Lekeitio y Pozuelo de Alarcón, nadie reparó en una realidad tan obvia como abrumadora: que todos los jóvenes que tanto en Bizkaia como en Madrid se lo pasaban bomba persiguiendo a polis y causando destrozos eran hombres. Espero que disfrutéis su artículo, que publican hoy Deia y Diario de Noticias de Gipuzkoa, y que lo debatamos.


¿Dónde están las vándalas? Una mirada feminista de Lekeitio a Pozuelo de Alarcón

Imaginemos que un equipo de investigación de la Universidad Autónoma de Venus se encontrara la noche del pasado domingo -casualidades del cosmos- realizando un estudio comparativo entre los usos y costumbres de las gentes de Pozuelo de Alarcón y Lekeitio. Cuando se trata de hacer un análisis antropológico, me apasiona imaginar cuál realizarían los y las alienígenas, tratar de aprovechar la capacidad de extrañamiento de alguien que viene desde muy lejos y que no tiene por costumbre normalizar la insolencia bruta que supone siempre la violencia. El grupo investigador extraterrestre se habría encontrado con jóvenes detenidos, violencia, heridos, ataques a la policía, destrozos, insultos de fuerte contenido sexista, cargas policiales, coches y contenedores ardiendo? ¿Cómo explicaría lo ocurrido?

Si se guiara por las opiniones y teorías manejadas por especialistas terrícolas (de la calle, la academia o la política), encontraría que los gemelos alardes de violencia Lekeitio-Alarcón habrían estado motivados por el exceso de ingesta de alcohol, el "clima político", el exceso de bienestar de los jóvenes, la rebeldía frente al orden establecido, la falta de límites en la educación, la crisis, el paro, la conculcación del derecho a la autodeterminación o al ocio botellonero?

El alcalde vizcaíno ligó la reyerta a la "barbarie y violencia infringida por los radicales" y "el calentamiento global que el país ha sufrido durante el verano", mientras que su homólogo madrileño atribuyó los altercados a "un grupo de energúmenos de fuera" y matizó que los disturbios fueron "un hecho aislado". De sobra sabemos que el calentamiento global poco tiene que ver con las opciones violentas de cada cuál (que son sólo suyas, libres e intransferibles) y difícilmente un hecho protagonizado por más de 200 jóvenes puede ser un hecho aislado. Algún tertuliano ha apuntado a la crisis económica como un factor fundamental para entender lo ocurrido, algo difícilmente explicable en uno de los municipios con mayor renta per cápita del estado. Un sociólogo con bigote decimonónico habla del alcohol y el señor Urra, ex Defensor del Menor o José Antonio Marina, de la importancia de que tras los graves acontecimientos se conozcan los castigos, para que otros jóvenes no se animen a hacer lo mismo.

Puede que una de las investigadoras venusinas, insatisfecha con dichas explicaciones, se preguntara: "¿Cuántas mujeres fueron detenidas? ¿Cuántas protagonizaron los actos de violencia? ¿Por qué son los hombres la inmensa mayoría de las personas que tanto en Euskadi como en Madrid son protagonistas de actos violentos? ¿Por qué más del 90% de las personas condenadas por la comisión de delitos son hombres?" Y el mayor giro epistemológico llegaría cuando se plantease: "¿Será que en el planeta Tierra las mujeres están en peligro de extinción?"

Mi objetivo con esta pequeña licencia literaria es proponer un giro feminista a nuestra mirada que nos permita reparar en lo obvio pero invisibilizado. ¿Cómo es que en ninguna tertulia se ha mencionado algo tan evidente como que en las imágenes de ambos sucesos y en la lista de detenciones apenas hay presencia femenina? ¿Y por qué no la hay? ¿Es que el domingo por la noche las mujeres pasaron de las fiestas y se quedaron en casa?

En nuestra sociedad, la legitimación de la violencia sigue perviviendo como un elemento central en la construcción de las identidades masculinas. No cabe duda que entender y tratar de explicar cualquier fenómeno social entraña una gran complejidad y no conviene simplificar, pero me da qué pensar y me genera desasosiego que ese vínculo entre virilidad y violencia se niegue, oculte o invisibilice sistemáticamente. Claro que deslegitimar la violencia a todos los niveles implicaría poner en la llaga; cuestionar la extraña, tóxica e invisible raíz patriarcal en la que se sigue sustentando nuestra realidad, tanto en el ámbito social como en la esfera más personal.

Si los sucesos de Lekeitio-Pozuelo hubieran sido protagonizados por jóvenes rumanos, subsaharianos, "travestís", "putas" de Barcelona, sin papeles o antisistema, el diagnóstico estaría claro: "han sido los otros". Nuestros estáticos códigos culturales, nuestras encimas simplificadoras de la realidad, están cargados de prejuicios cotidianos que nos proporcionan respuestas rápidas y cómodas de ese tipo. Pero, una vez más, el problema está en el "nosotros", en lo "normal" y en "lo nuestro"; lo de toda la vida, vaya. Y esa normalidad viene estructurada en base al sexismo, y a la asignación de roles y expectativas diferenciadas a hombres y a mujeres. No podemos ni debemos escapar de este debate, ya que lo ocurrido en Lekeitio-Pozuelo tiene rostro, sesgo y protagonismo de género: es en definitiva consecuencia del modelo de masculinidad hegemónico. Y para muestra, un botón etnográfico: ¿Saben que gritaba a los policías que trataban de refugiarse uno de los jóvenes que grabó los incidentes en Pozuelo? "Homosexuales, que sois todos unos homosexuales". Sin comentarios.

Sin embargo, el análisis de género no aparece en las versiones oficiales y es invisible en las tertulias. Así, se ignora el mínimo común denominador de ambas situaciones: jóvenes varones emplean la violencia contra las personas y las cosas. La persistencia de las violencias masculinas es un hecho constatable tanto de forma cuantitativa como cualitativa. ¿Por qué no se investiga, se nombra y se pone luz a los mecanismos que hacen que algunos hombres jóvenes opten de forma personal y colectiva por la violencia? ¿Qué falla? ¿Qué hay detrás? ¿Por qué no se generalizan las políticas de igualdad dirigidas a promover el cambio en los hombres hacia posiciones más igualitarias y pacíficas? Como escribiera Simone de Beauvoir en El segundo sexo, "la mujer no nace, se hace". Con los hombres, los jóvenes de Lekeitio y Pozuelo, ocurre lo mismo: se hacen. Esa es la pregunta que nos deberíamos hacer: ¿Por qué nuestra sociedad sigue produciendo hombres que creen legítimo el uso de la violencia?

Todo acto de violencia, hasta el que se ejerce por motivos supuestamente nobles, precisa de un discurso legitimador: "la policía cargó", "estoy deprimido", "había bebido", "los jóvenes atacaron primero", "no hay futuro", "hace falta más mano dura". Se suele recordar a Gandhi como alternativa a esa tendencia, pero se me ocurre que quizás un antídoto mejor aún para generar relaciones pacíficas, reivindicativas y cuidadoras entre las personas sean las teorías y prácticas feministas. En dos siglos de lucha, las feministas han transformado el mundo, haciéndolo mejor, sin quemar contenedores ni derramar una sola gota de sangre.

* Antropólogo y Trabajador Social. Miembro del Movimiento de Hombres por la Igualdad

miércoles, septiembre 09, 2009

Las malas


Viñeta de Territorio Vergara sobre las fotos denigrantes publicadas por EL PAÍS de las que hablamos aquí. Gracias, anónimo.

lunes, septiembre 07, 2009

El pudor también es machista


Imagínate que tú, mujer europea, viajas a un poblado africano para realizar una investigación antropológica, escribir un reportaje o participar en un proyecto de cooperación al desarrollo. Nada más llegar, te indican que, si quieres integrarte, debes utilizar la vestimenta local, lo que implica llevar el pecho desnudo. ¿Cómo te lo tomarías? ¿No sería un palo? ¿No reivindicarías tu derecho a convivir con esa comunidad desde el respeto a la diferencia? Puede que algo parecido sea lo que sienta una inmigrante musulmana cuando se le insta a quitarse el velo.

La comparación no es mía, sino del profesor Jorge Magfud, quien la plantea en un artículo de opinión publicado en Gara. Todas las comparaciones son odiosas y no me atrevo a defender ésta, pero me parece una provocación interesante y estimulante para replantear el hiper manido debate del velo. Ojo: no hablo del burka, que me parece otro cantar del que ya hablaremos otro día, sino del pañuelo que sólo cubre el cabello y no el rostro ni el cuerpo.

Sabéis mi opinión: el velo no es el problema, sino el síntoma. El machismo es un problema universal que lastra a la humanidad. Ese mismo problema adopta unos síntomas u otros en cada sociedad: por ejemplo, la anorexia y los accidentes de tráfico en la nuestra; la lapidación de mujeres adúlteras en Nigeria; el aborto selectivo en China... Me parece estéril entrar a comparar cuál de esas realidades es más dramática u oprime en mayor grado a las mujeres. Me parece más práctico reconocer el problema global y atajarlo para que vayan desapareciendo con él todos los síntomas. Tal vez sea utópico, pero es lo que pienso. Y lo importante de entender el velo como un síntoma y no como el problema es que evita que machaquemos a quienes deciden llevarlo. Es decir, que una vez más, la responsabilidad y ese concepto tan cristiano que es la culpa, recaiga sobre las mujeres y entremos en la contradictoria dinámica de victimizarlas y culparlas al mismo tiempo.

Cuando escuchamos a una parlamentaria europea de origen árabe y de fe musulmana afirmar que el velo la hace libre nos llevamos las manos a la cabeza y pensamos que tiene un síndrome de Estocolmo de caballo. Sin embargo, lo que está expresando es que, dado que en su cultura (machista) se le otorga un gran erotismo al cabello, se sentiría sexualizada si lo mostrase. En nuestra cultura (machista) los pechos son una de las zonas más sexualizadas. Por ello, si en esa tribu africana viviéramos en top-less, sentiríamos que los hombres no nos miran más que a las tetas.

¿No es la misma raíz? En ambos casos, una cultura patriarcal mantiene a las mujeres sexualizadas, reducidas a objetos de deseo (no sujetos) para disfrute de la mirada masculina. En un caso, el deseo se concentra en el cabello, y en otro en las tetas. Desde luego que es discriminatorio que las mujeres árabes tengan que (o al menos se les eduque para) cubrir su cabello en público. Pero también lo es que las mujeres occidentales tengan que ocultar sus pechos. Imaginaros otra situación: comida popular en las fiestas del pueblo, en agosto. 40º a la sombra y los hombres en seguida empiezan a quitarse la camiseta. A ver quién es la guapa que osa ponerse en sujetador; no te digo ya en tetas. ¿Y eso por qué? Porque somos las hijas de Eva, la tentación personificada. Enseñar los pechos es provocar al macho.

Ya digo que no comparo. Existen mujeres asesinadas por haber osado quitarse el velo. ¿Que le ocurriría a la mujer que se pone en tetas en una romería? Se le tacharía de loca, fresca, se le humillaría y acosaría. Por otro lado, en esta sociedad se siguen escuchando comentarios (más o menos convencidos) como que: "Y luego se quejan de que hay violaciones: ¡si van vestidas como putas!". El nivel de represión varía de una transgresión a otra pero, repito, me parece más enriquecedor reconocer todas las caras del machismo sin empecinarse en medir cuál es más dramática.

De lo contrario, resultará que casi siempre nos parecerá que la más dramática es la que sufren las otras. Nosotras siempre nos sentiremos más libres. Necesitamos aferrarnos al burka como las del burka necesitan aferrarse al bótox y la bulimia. Es humano, supongo.

En la imagen, una escena de Persépolis, película (y cómic) imprescindible para reflexionar sobre las mujeres en Oriente y Occidente.

(Este post va dedicado a Tomara, con quien he mantenido una interesante discusión antes de animarme a publicarlo. ¡Opina, lindo!)

viernes, septiembre 04, 2009

Putas


Son la comidilla de esta semana. Tengo que decir que mi cabreo, lejos de menguar, va creciendo día a día. Los hechos son los siguientes: EL PAÍS, ese diario que va perdiendo calidad, ética y buen gusto a pasos acelerados (abrió la veda con la picha empalmada del amigo de Berlusconi), publicó el pasado lunes unas fotografías pornográficas que mostraban sexo en plena calle, junto al Mercado de la Boquería de Barcelona. Algunas prostitutas nigerianas eran penetradas por unos hombres blanquitos y jovencitos, y otras les practicaban felaciones. Es tan evidente que no me apetece argumentar por qué resultan denigrantes para esas mujeres (por mucho que sus ojos estén borrados), para el resto de prostitutas y para todas las mujeres. También para los hombres con un mínimo de sensibilidad.

Sólo una comparación: los periódicos muestran cadáveres de Afganistán no del 11-M. De la misma manera, sería impensable mostrar a personas que reconocemos como iguales siendo sodomizadas (con todo lo que la idea de "ser dada por culo" simboliza en esta sociedad) y haciendo mamadas. Se muestra a estas porque pertenecen a esa masa homogénea y amenazante de "los otros". Son "las otras", no tienen nada que ver con nosotros, no son ciudadanas de bien sino putas ilegales negras, por lo que podemos infrahumanizarlas y humillarlas todo lo que haga falta para forrarnos a costa de sus miserias.

Acompañaban a un reportaje que trataba la prostitución como un mero problema de orden público. Todas las fuentes, miembros de asociaciones vecinales a quienes los derechos de esas mujeres les importan bien poco, abogaban por sacar esas incívicas escenas de la vía pública. Se citaba de soslayo que las putas pueden ser en muchos casos víctimas de trata. No se les daba voz, y esos miembros de asociaciones vecinales nos ilustraban proponiendo soluciones milagrosas como crear cooperativas autogestionadas. De los puteros ni se hablaba, aunque sea evidente que sin demanda no hay oferta.

Ese lamentable producto infraperiodístico ha reabierto, como se jactaba hoy EL PAÍS en un no menos lamentable editorial, el debate sobre cómo quitarnos de en medio a las putas. No nos molestan los puteros, no, aunque se aprovechen para echar un triste polvo de aquellas que, debido a las múltiples discriminaciones que sufren por de ser mujer, inmigrante, pobre, negra y sin papeles, encuentran en la prostitución una de las pocas vías para subsistir. Nos molestan ellas. Precisamente por todo eso, porque son mujeres inmigrantes, pobres, negras y sin papeles que aféan nuestras calles. Y además a veces hasta roban, se repite machaconamente.

Las mafias nos importan un poquito más, pero no por sus víctimas, no, (a quienes se les abren órdenes de expulsión de todas formas y se les exige que colaboren con la policía para recibir protección) sino como pretexto para seguir desarrollando políticas represivas y fardar de efectividad policial. El debate al que estamos asistiendo es terrible. Se reclama como solución que la policía se vuelque más en aplicar la Ley de Extranjería para castigarlas. Es decir, como no podemos detenerlas por ser putas, las detenemos por no tener papeles. Ala, así no tenemos que complicarnos la vida y decidir entre abolición y regulación.

Un debate -el de abolición vs. regulación- ya superado por la realidad, por cierto, ya que el 90% de las putas son inmigrantes en situación irregular. Es decir, en el caso de que se legalizara la prostitución, ese 90% sólo se beneficiaría de la siguiente manera: podría aportar una oferta de trabajo en un club de alterne para intentar regularizarse a través del arraigo social, un proceso que exige haber permanecido en España en situación irregular durante tres años.

Es decir, aquellas que quieran trabajar por cuenta ajena tendrán que hacerlo primero durante tres años en la economía sumergida. Tres años en el mejor de los casos, porque cuando te abren una orden de expulsión vuelves al principio del proceso. Los beneficiados son una vez más los proxenetas y los puteros. Para ejercer por cuenta propia, una inmigrante tendría que lograr los papeles de alguna manera, y luego hacerse autónoma justificando su negocio y demás. Algo inviable para una puta, vaya.

La conclusión es clara: el debate es la Ley de Extranjería. Sí, sí, esa que se utiliza contra la prostitución es la que la alimenta. Es la que reduce las salidas laborales de las mujeres inmigrantes; la que las arroja a las mafias al no poder inmigrar de forma autónoma; la que les frena cuando se plantean denunciar a sus explotadores y agresores. Una Ley de Extranjería aprobada con el beneplácito de la mayoría de grupos políticos y sindicales, y que buena parte de la ciudadanía aboga por endurecer. Ese es el marco. A quienes lo defienden y se permiten hablar de los derechos de las mujeres inmigrantes y de las víctimas de trata se les debería caer la cara de vergüenza.