jueves, agosto 24, 2006

Luces de ilusión



Los fuegos artificiales son todo un acontecimiento social en Bilbao. Durante media hora, toda la ciudad se paraliza, las luces se apagan, la ensordecedora música de las txosnas y los bares se enmudece y las calles, muelles y puentes que unen el Ayuntamiento y el Teatro Arriaga se abarrotan de vecinos y turistas expectantes. En una sociedad caracterizada por la apatía, en un tiempo en el que se nos ha olvidado soñar, unos inocentes juegos pirotécnicos consiguen que durante treinta minutos de magia el estrés de la ciudad se diluya y sus habitantes contemplen el cielo olvidando las preocupaciones. En una hermosa regresión a la niñez, las bocas se abren de estupor, los ojos se iluminan de ilusión, las manos arden de tanto aplaudir y las gargantas emiten unos incontenibles oooohhhhs de admiración. Tras el éxtasis de la traca final, se retoma el ritmo frenético de la ciudad y el jolgorio de las fiestas, pero en los rostros de la gente perdura por unos minutos la serena felicidad que aporta soñar. La única nota triste (además del terror que este acontecimiento supone para las miles de mascotas) fue el cielo nublado por el humo, que tras haber pasado una semana gris en Galicia, me dejó un regustillo amargo.

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