domingo, abril 26, 2009

¿Hace cuánto que no chapoteas?



Vengo de ver Rain, de Cirque Eloize, en el teatro y ha sido mágico. En el video podéis ver un pequeño resumen de esta obra llena de espectáculo circense, humor, música y toda la magia del teatro. Acrobacias, trapecio, telas, malabares, contorsiones, exhibiciones de abdominales a prueba de bombas... Ha sido impresionante.

Pero la gracia de la obra era que en la parte final el escenario se iba inundando de manera impercetible y los artistas iban jugando con el agua para embellecer más aún sus acrobacias. De repente, empieza a llover a cántaros dentro del escenario, y todos se dedican a tirarse en plancha por el suelo, a hacer peleas de agua, bromas, a jugar al fútbol bajo la lluvia, a simular que realizan carreras de natación y piezas de natación sincronizada...

Apuesto a que durante esos minutos prácticamente todo el público ha intentado recordar cuándo fue la última vez que disfrutó de un buen chaparrón, que no reaccionó corriendo al primer soportal ni comprando un paraguas, sino chapoteando y sintiendo la lluvia sobre la cara. El gran logro de la obra es que gracias a los números de circo que provocaban ooooohhhhhhs en el anonadado público, pero también y más incluso por esa invitación a jugar y a disfrutar como niños, todas las personas asistentes nos hemos quitado unos cuantos años de encima.

Eso explica que todas nos hayamos levantado a aplaudirles (algo que he visto en pocas ocasiones en el estirado Teatro Arriaga). Al salir de la sala, la primera reacción de la gente ha sido correr hacia la ventana para comprobar con una sonrisa que el famoso sirimiri bilbaíno no ha dado plantón al espectáculo. Yo no llevaba paraguas y, desde luego, no me ha importado.

Ese ratito de felicidad e ilusión infantil es impagable. Pero claro, el espectáculo (las entradas costaban entre 10 y 30 euros) también lo era para muchas personas que necesitan más que nadie vivir esas emociones durante dos horas. Creo que hemos de exigir a las instituciones más subvenciones al teatro. Sonreir, ilusionarte, soñar, recibir un bombardeo de estímulos positivos, no tendría que ser un lujo de precio privativo. Hoy resulta más necesario que nunca reclamar vivienda digna, empleo de calidad, sanidad pública, ayudas sociales. Pero acaso nos olvidamos de reivindicar también el derecho de las personas a acceder en igualdad a esas pequeñas dosis de felicidad.

Lo digo como autocrítica, y lo ilustro con una anécdota personal: la semana pasada me encargué de elaborar una lista de derechos y afirmaciones en positivo que pegaríamos en una valla durante una acción de calle para protestar contra la reforma de la Ley de Asilo. Mi lista era más que predecible: "libertad de expresión", "diversidad sexual", "derecho a inmigrar", "ninguna persona es ilegal", etc. Varias personas refugiadas se encargaron de completarla y me dio mucho que pensar ver que habían incluido palabras que nunca se me hubiera ocurrido añadir: "amor", "sonrisas", "ternura", "felicidad".

1 comentario:

Itsaso dijo...

A veces se nos olvida lo básico como reir y hacer reir a la gente.