
Las ONG entran con ese mensaje en la África negra como un elefante en una cacharrería. Su visión eurocentrista y prepotente raramente convence ni a Gobiernos ni a madres convencidas de que la ablación es lo mejor para su hija. No convence porque no se les ofrece ninguna alternativa sino que se les censura. Los blancos deciden que sus tradiciones centenarias van contra los derechos humanos. Y punto. No hay más que hablar.
Frente a ese planteamiento, este fin de semana he conocido otro que encuentro infinítamente más razonable y efectivo. Asistí a un curso de la antropóloga Adriana Kaplan, investigadora de la Universidad Autónoma de Barcelona. Lo primero que me convenció es que se nota que ha vivido una inmersión real en el África negra. Incluso habla el mandinga. Pero lo que más me sorprendió fue descubrir todo el contexto que rodea a la práctica de la ablación. No es que cuando te toca van y te cortan y cosen. Forma parte de un rito de iniciación mucho más amplio que es necesario conocer para combatir con éxito esta lacra.
Según nos contó, al menos en Gambia, donde ella más ha trabajado, los niños y niñas son separados antes de la pubertad para el rito de iniciación. Durante la primera fase, a ellos se les practica la circuncisión y a ellas la ablación. A la operación le sigue una segunda fase de segregación: permanecen apartadas en unas chabolas hasta que a todas se les cicatrizan las heridas. Ese periodo tiene un objetivo cultural, ya que es cuando las mujeres de la comunidad transmiten a las niñas lo que tienen que saber sobre el ser mujer, la maternidad, las relaciones con los hombres, el cuidado de la familia... El tercer paso es el regreso al poblado, que se celebra con una fiesta cuyo objetivo es social: reconocer a la niña como parte de la comunidad. Las niñas recuerdan esa fiesta con sentimientos encontrados. Por un lado, su memoria retiene lo bonito: el jolgorio, la buena comida, los bailes... Por otro, queda más o menos escondido en el subconsciente el trauma de la mutilación.
Partiendo del conocimiento de ese proceso, muy importante para dichas comunidades, Kaplan propone mantener el rito de iniciación eliminando la primera fase, en la que se acomete la ablación. Así, la comunidad sólo renunciaría a la parte física del rito, manteniendo su función cultural y social. Ese enfoque ha convencido al Gobierno de Gambia, como se explica en este reportaje. Las claves del éxito, nos explicó Kaplan, fueron las siguientes: Por una parte, la vicepresidenta de Gambia consideró que su propuesta tenía "una mirada africana" y que había mucha dulzura en ella. Es decir, en vez de tachar la práctica de cruel y bárbara, se muestra la importancia sociocultural del rito y queda claro que las madres permiten que sus hijas sean intervenidas por amor, por pensar que es lo mejor para ellas. Pero sobre todo, la clave del éxito está en no limitarse a cuestionar, sino ofrecer una alternativa respetuosa con sus tradiciones.
Además, yo salí del curso convencida en que el rito de iniciación puede ser una oportunidad. Probablemente ahora sirva para trasmitir los valores patriarcales, pero creo que es mejor transformarlo que hacerlo desaparecer. Transformarlo eliminando esos elementos negativos pero manteniendo los positivos: un espacio de mujeres en los que aprender a cuidarse y a cuidar, a conocerse a una misma, a labrar la solidaridad y complicidad femenina, el respeto a las mayores....
La de la imagen es Adriana Kaplan.