lunes, noviembre 23, 2009

El 25 de noviembre, a la mani; el 26, a ¡Colombia!


Se acerca el 25 de noviembre, Día Internacional contra la Violencia hacia las Mujeres, una jornada de luto, en la que toca recordar a las 57 mujeres asesinadas en lo que va de año por sus parejas o ex parejas, y a tantas otras muertas en años anteriores. Recordarlas nos suele generar rabia, nos lleva a cabrearnos con la insuficiente concienciación social, con el pésimo tratamiento mediático (en la mayoría de los casos), con las lagunas de las leyes, etc. Sin embargo, este año me he propuesto enfrentar la fecha con esperanza.

Claro que tenemos que ser críticas, pero creo que tenemos que conservar la alegría y la ilusión por las cosas bonitas que estamos haciendo para que no nos invada el derrotismo. No todo es una mierda. Supongo que lo veo así porque me encuentro rodeada de un montón de proyectos ilusionantes.

El más intenso es que el mismo jueves me voy a Colombia, a los III. Encuentros de la Red Internacional de Periodistas con Visión de Género. Recordad que de los segundos, hace dos años en Oviedo, vine con tal subidón que montamos una red vasca. Estoy segura de que este encuentro también va a dar buenos frutos. Qué duda cabe de que estoy emocionadísima por lo que supone a nivel personal, pero de todo lo que voy a disfrutar ya os informaré a su tiempo en alguna escapada al locutorio, tanto en Bogotá, donde es el encuentro, como en Pereira, donde impartiremos un taller sobre comunicación no sexista. Nos juntaremos cientos de periodistas sensibilizadas con la igualdad para debatir sobre estrategias de comunicación feminista y pensar cómo fortalecer nuestras redes.

Recién llegada, el día 4 de diciembre, me iré de la misma a las Jornadas Feministas Estatales de Granada. Otro subidón: miles de feministas debatiendo, compartiendo, disfrutando... Ver la programación marea.

Y justo ahora estoy terminando otro proyecto maravilloso. De la mano de la consultoría Sortzen, capitaneada por Norma Vázquez, Maite Asensio (mi compi de Red, de viaje a Colombia e irremplazable amiga) y yo hemos entrevistado a madres de mujeres vascas víctimas de violencia machista. Los testimonios que hemos redactado se leerán en un homenaje el 30 de noviembre en Barakaldo, cuyos objetivos son conocer quiénes eran esas mujeres, mostrar que no fueron asesinadas por ser débiles y dependientes sino porque se rebelaron, dar a conocer qué ocurre con las familias cuando los micrófonos y las grabadoras se olvidan de ellas, etc.

La experiencia ha sido impresionante y estoy muy satisfecha con el resultado. Espero que me dejen mostrároslo pronto.

Por todo ello, porque estamos caminando con paso firme, reflexionando y compartiendo estrategias, difundiendo nuestros principios y análisis, acercándonos y conociendo a las víctimas y a sus familias, no quiero hundirme en este 25 de noviembre. Necesitamos ilusionarnos para seguir adelante y enredar a cada vez más periodistas, porque como afirmaba un estudio reciente, informar bien sobre la violencia de género puede salvar vidas.

Nota: Abrumada por tanto proyecto ilusionante, quiero citar a las principales personas que me han acompañado en este proceso y que despertaron mis inquietudes. Por orden cronológico (de irrupción en mi vida): Karmele, Make, Tina, Lucía, Ritxar y Maite.

Nota 2: En la viñeta, un clásico de Forges.

viernes, noviembre 20, 2009

Menores


Estoy leyendo el libro "Menores migrantes sin referentes familiares", coordinado por Antonio S. Jiménez Hernández, con enorme interés. Recomiendo especialmente el artículo de Silvina Monteros, que aplica las teorías de Foucault y Butler al concepto de menores extranjeros no acompañados (en cuanto a construcción social que implica una performatividad pero no está libre de resistencias), y el de Nuria Empéz, sobre el derecho a vivir en familia.

Este es buenísimo, ya que desmonta el argumento políticamente correcto de que si se promueven las mal llamadas reagrupaciones (expulsiones encubiertas) es para garantizar el derecho de los menores a vivir en familia. Por una parte, Empéz recuerda que la mayoría de reagrupados no terminan con sus familias, sino en reformatorios en Marruecos o vuelven a intentar migrar. Pero lo que más me ha gustado es que compara ese pretexto cuando se trata de expulsarles, con las restricciones que hay para que inmigrantes adultos reagrupen a sus hijos menores. Es decir, cuando se trata de que los menores vengan, el derecho a vivir en familia nos importa bien poco.

En fin, el libro no tiene desperdicio, pero hoy quería traeros un parrafito del artículo de Ainhoa Rodríguez García de Cortázar, ya que me parece un resumen estupendo de buena parte del fenómeno de los llamados MENA:

Resumiendo, las principales dificultades para la integración que viven los menores marroquíes no acompañados son la exclusión político.legal, de la que se deriva gran parte de la discriminación formativa y laboral, que les lleva en ocasiones a buscar alternativas de vida más o menos desviadas, cuya exageración mediática contribuye a su estigmatización social, e influye en parte del profesorado, empleadores y agentes del orden -además de en los propios menores- y al mismo tiempo fomenta la xenofobia hacia este colectivo.

Gran resumen, ¿verdad?

No quiero cerrar este post sin rendir un pequeño homenaje a Kadero, el joven argelino muerto ahogado en la Ría de Bilbao cuando huía de la policía; la cuál le perseguía por un robo que no había cometido. Una víctima más de la Ley de Extranjería, de la criminalización que sufren los inmigrantes y el terrible estigma que arrastran los menores no acompañados.

domingo, noviembre 01, 2009

Ordenes de expulsión


Creo que para entender lo tremedamente injusta e inhumana que es la Ley de Extranjería no funcionan tanto los grandes discursos como mostrar las consecuencias que tiene en lo concreto, en la vida de las personas. Una de las consecuencias que más me impactan son las órdenes de expulsión. No soy experta en esto, así que perdonadme si caigo en alguna inexactitud, pero la historia sería más o menos la siguiente:

Imaginemos el largo periplo que supone migrar de un pueblo de Senegal a Bilbao. Normalmente no se emigra en una sola fase: el proceso suele incluir migraciones dentro del propio país o región, pausas para trabajar y ahorrar dinero para el viaje, una estancia en un Centro de Internamiento para Extranjeros (CIE) en Canarias, deambular por diferentes provincias... Finalmente, tal vez años después de haber salido de su pueblo, la persona migrante se asienta en Bilbao.

Se empadrona y desde entonces necesita pasar tres años en situación irregular (por tanto, trabajando en la economía sumergida, sin poder reagrupar a familiares y con casi todos sus derechos negados) para poder tramitar un permiso de residencia y trabajo demostrando el arraigo social: prácticamente la única forma que les queda a las personas migrantes para regularizar su situación.

Imaginemos que cuando lleva algo más de dos años empadronado y ya está dando pasos para solicitar el permiso de trabajo, topa con una redada de la brigada de Extranjería de la Policía Nacional, en colaboración con la Policía Municipal de ayuntamientos como el de Bilbao o el de Barakaldo. La Policía Nacional le abre una orden de expulsión, la cuál implica el riesgo de ser trasladado a un CIE (actualmente, durante un plazo máximo de 40 días, pero con la reforma de la Ley pasará a ser 60) o ser repatriada.

En el caso de Euskadi, lo habitual es que la orden no se ejecute. Esto supone que la persona seguirá viviendo junto a nosotras pero con una pesada losa a sus espaldas. En primer lugar, tendrá que sumar un mínimo de 5 años en situación irregular (tres de prohibición de entrada en el país y dos hasta que prescriba la orden), es decir, prácticamente sin derechos. En segundo lugar, sentirá la presión que implica la amenaza de ser repatriado o trasladado a un CIE en cualquier momento.

En este punto conviene recordar que no tener papeles no es un delito sino una infracción administrativa comparable a una multa de tráfico. Sin embargo, vemos que el castigo no es una multa, sino tres consecuencias absolutamente desproporcionadas: la expulsión del país, el internamiento en un CIE (en regimen prácticamente carcelario) o ser abocada a la irregularidad durante otros cinco años.

Las cosas se pueden poner aún más feas. Por un lado, hay personas que van acumulando órdenes de expulsión. Por otro lado, está la cuestión de los antecedentes penales. Uno de los requisitos para poder regularizarse a través del arraigo social es no tener antecedentes penales. Imaginemos que este inmigrante senegalés, como tantos otros, se gana la vida ganando CDs. La policía le detiene y se le imputa un delito contra la propiedad intelectual. Hasta que no haya una sentencia favorable al acusado o prescriba el delito, éste le impedirá acceder a un permiso de residencia y trabajo.

La integración (concepto que me repatea) es en todo caso un proceso que exige cierta reciprocidad. Tú no puedes integrarte en una sociedad que no te reconoce ni te respeta, que te aboca a vivir sin derecho durante hasta más de una década.

No sé cómo lo véis, pero a mí esto me parece estremecedor. He tenido la suerte de poner cara a esta realidad a través de conocer a los integrantes de la plataforma por los derechos de las personas migrantes Mbolo Moy Doole. Son en su mayoría senegaleses en situación irregular, muchos de ellos vendedores ambulantes afectados por la tipificación de la venta de CDs y DVDs como delito.

Una de sus principales luchas, como es he contado en otra ocasión y como se ve en la foto, es protestar por el encarcelamiento de un compañero que ya lleva 4 meses en prisión por llevar CDs en la mochila. También se están organizando para que cuando uno de ellos sea detenido el resto se enteren y se organicen para apoyarle y hacer una denuncia pública. Por último, con ayuda de los compañeros de la Comisión Jurídica de SOS Racismo, se están formando para conocer sus derechos, en lo relativo a cuestiones como las órdenes de expulsión. Me enorgullece y me llena de confianza y esperanza conocer a personas así, que ante la adversidad optan por apoyarse las unas a las otras y organizarse. Aunque el Gobierno les niegue ese estatus, ellos sí que son ciudadanos ejemplares.