Como sabréis muchas y muchos de vosotros, desde los cinco años he dedicado mi tiempo libre (siempre como hobbie porque, muy a mi pesar, no tengo talento) a dos pasiones: la danza -clásica, moderna, contemporánea y ahora vasca- y el piano. Mi padre canta, toca la guitarra y el teclado (entre otros muchos instrumentos) y mi madre la flauta travesera, el saxofón y la guitarra. Es decir, la música y el ritmo han marcado mi vida no desde mi nacimiento sino incluso antes.
Por ello, ayer me pasó algo curioso. Hablando de la edad mínima para que un niño se apunte a danza o música, uno de mis amigos comentó que tienen más facilidad para bailar aquellos a los que han cogido en brazos y bailado con ellos. Yo me quedé perpleja: ¿hay acaso alguien a quien no le haya salido el gesto espontáneo y primitivo de coger a un bebé en brazos y moverse con él al ritmo de la música? Pues para mi asombro, parece que los hay.
Esto me ha hecho pensar en lo infravaloradas que están la música y la danza (también el resto de disciplinas artísticas) en esta sociedad. Y, sobre todo, lo mucho que se obvian los beneficios que aportan en el crecimiento de los niños. En muchos países europeos, aprender un instrumento -no la absurda asignatura comodín que se imparte aquí- es obligatorio en la enseñanza básica. La música y la danza son formas de expresar emociones, trabajar la creatividad, desarrollar la coordinación, es también una manera de comunicarse con el resto... Y sobre todo es una gran fuente de disfrute que nadie debería desaprovechar.
Así que desde aquí os animo a que, entre vuestros buenos propósitos para la navidad y el año nuevo, incluyáis escuchar música, hacer música (aunque sea con una zambomba o una caja de zapatos), ver danza de todos los estilos dejando a un lado los prejuicios, disfrutar de la sensualidad de un baile en pareja (incluso la jota lo es, Maite sabe porqué lo digo) y del extásis tribal de los ritmos más frenéticos, cantar porque es verdad que el mal espanta, taconear, mover las caderas, fijarse en el punteo de la guitarra o en la rítimica del bajo de cualquier canción, escuchar música con los ojos cerrados... Y si tenéis a niños cerca os invito (aunque creo y espero que ya os salga de manera natural) a que les enseñéis a disfrutar de todo esto porque os dará momentos hermosos y será una de las mejores aportaciones que podáis hacer a su desarrollo.
2 comentarios:
Yo me apunto a lo de hacer y escuchar, pero paso palabra en lo de bailar... que como decía uno que sabía más que yo, no es más que la frustración vertical de un deseo horizontal...
Un besin.
Ni hablar de eso. Un buen baile puede ser mucho más sugerente y placentero que los actos horizontales que tan a menudo acaban frustrados (no es mi caso, ¿eh?)Su función natural es además el cortejo.
Maite, si me permites te pongo como ejemplo: El punto de inflexión que marcó el inicio de su relación actual fue una polka. La noche en la que se declararon sus sentimientos, pasaron horas bailando pegados en el Zeta y no creo que se estuvieran sintiendo frustrados.
¿Por qué elegir entre dos placeres si se pueden combinar? Además, ya sabes la teoría de que quien se mueve bien bailando...Estamos en horario infantil.
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