En alguna entrada que ya no recuerdo, nuestro querido Nán, uno de los visitantes más fieles por estos lares, reclamó hablar de soberanía alimentaria. Hablemos, pues. Por un lado, tenía ganas de mostraros un reportaje que publiqué en Diagonal sobre el tema, y cómo enlaza con el empoderamiento de las mujeres. Por explicarlo brevemente para quien no conozca el concepto, la soberanía alimentaria se puede definir como el derecho de los pueblos a decidir sobre su alimentación. Se trata de apostar por la producción agrícola local, por formas de cultivo sostenibles (con productos de temporada, libres de transgénicos y pesticidas...), por una reforma agraria que garantice el derecho de las personas campesinas a ser propietarias...
Algunas de estas cosas igual os resultan ajenas. Esta reclamación tiene mucho sentido en América Latina, donde países en los que la agricultura tiene un peso enorme se encuentran con realidades dramáticas como: la competencia desleal de productos estadounidenses (incluso el maíz estadounidense está desbancando a las ricas variedades mexicanas); los monocultivos en los que las personas campesinas son mano de obra barata; el uso de millones de hectáreas para cultivar alimentos que no servirán para alimentar a personas hambrientas sino a los depósitos de los coches de los países del Norte (los mal llamados biocombustibles); el ninguneo de la sabiduría indígena... Campañas como No te comas el mundo sensibilizan sobre todo ello en el Estado español.
Esto enlaza con el feminismo, porque son las mujeres las que preservan ese legado campesino, las que se quedan al frente del pequeño cultivo cuando los hombres buscan empleo fuera, como subalternos.... Pese a todo ello, tienen más dificultades de ser propietarias. Todas esas dificultades a menudo les hacen tirar la toalla y buscar un trabajo en monocultivos en condiciones de explotación. Pero vaya, leed el reportaje que lo explico mucho mejor.
Qué duda cabe que en países como el nuestro también debemos apostar por la soberanía alimentaria para rebelarnos ante esas dinámicas injustas y salvajes que acentúan las desigualdades sociales Norte-Sur. El modelo actual atenta contra la biodiversidad, por lo que un sinfín de variedades de alimentos están desapareciendo en todo el mundo. También nos debiera preocupar la situación de nuestros pequeños productores y productoras locales. Y nuestra propia alimentación, que cada día tiene menos sentido. Empeñarnos en comer mangos de Brasil o disfrutar de melocotones todo el año es completamente absurdo. Aprovechar los productos de temporada nos ayuda a tener una dieta más completa, más diversa y que armoniza los ciclos de la naturaleza con los de nuestros cuerpo. Además, según las personas expertas, reducir la importación de alimentos es una de las vías más efectivas para combatir el cambio climático.
¿Qué podemos hacer? En primer lugar, cuando vayamos a comprar, fijarnos en el origen de los productos y priorizar los que hayan sido cultivados en regiones cercanas a la nuestra. En segundo lugar, aprender qué verduras y frutas corresponden a cada estación, y consumir en consecuencia. En tercer lugar, y es a lo que venía todo esto, ¡participar en un grupo de consumo responsable! Yo me he apuntado a uno impulsado desde Ekologistak martxan y estoy encantada!
Cada semana encargo una cesta de 10 euros que nunca trae los mismos productos. Hasta ahora me han tocado acelgas, calabaza, calabacín, tomates, berenjenas, pepino, perejil, repollo, manzanas, ajo, alubias... También compro pan y huevos ecológicos. Hay opción de comprar también azúcar, mermeladas, incluso carne ecológica... De alguna manera, me obliga a comer y a aprender a cocinar productos que hasta ahora no consumía, como las acelgas. Además, cocinando más he sustituido productos que compraba de bote (por ejemplo, gazpacho). Es barato porque se encargan al pequeño productor o productora (a las que estás apoyando) sin intermediarios. Yo no estoy tan metida, pero las personas más implicadas se han preocupado de saber de dónde viene lo que comen: han visitado las huertas, han visto cómo se alimenta a las gallinas, se han informado de los productos tóxicos que se utilizan... ¡Y los productos están riquísimos! Estoy segura de que en todas las ciudades encontraréis grupos similares. ¿Os animáis?
Algunas de estas cosas igual os resultan ajenas. Esta reclamación tiene mucho sentido en América Latina, donde países en los que la agricultura tiene un peso enorme se encuentran con realidades dramáticas como: la competencia desleal de productos estadounidenses (incluso el maíz estadounidense está desbancando a las ricas variedades mexicanas); los monocultivos en los que las personas campesinas son mano de obra barata; el uso de millones de hectáreas para cultivar alimentos que no servirán para alimentar a personas hambrientas sino a los depósitos de los coches de los países del Norte (los mal llamados biocombustibles); el ninguneo de la sabiduría indígena... Campañas como No te comas el mundo sensibilizan sobre todo ello en el Estado español.
Esto enlaza con el feminismo, porque son las mujeres las que preservan ese legado campesino, las que se quedan al frente del pequeño cultivo cuando los hombres buscan empleo fuera, como subalternos.... Pese a todo ello, tienen más dificultades de ser propietarias. Todas esas dificultades a menudo les hacen tirar la toalla y buscar un trabajo en monocultivos en condiciones de explotación. Pero vaya, leed el reportaje que lo explico mucho mejor.
Qué duda cabe que en países como el nuestro también debemos apostar por la soberanía alimentaria para rebelarnos ante esas dinámicas injustas y salvajes que acentúan las desigualdades sociales Norte-Sur. El modelo actual atenta contra la biodiversidad, por lo que un sinfín de variedades de alimentos están desapareciendo en todo el mundo. También nos debiera preocupar la situación de nuestros pequeños productores y productoras locales. Y nuestra propia alimentación, que cada día tiene menos sentido. Empeñarnos en comer mangos de Brasil o disfrutar de melocotones todo el año es completamente absurdo. Aprovechar los productos de temporada nos ayuda a tener una dieta más completa, más diversa y que armoniza los ciclos de la naturaleza con los de nuestros cuerpo. Además, según las personas expertas, reducir la importación de alimentos es una de las vías más efectivas para combatir el cambio climático.
¿Qué podemos hacer? En primer lugar, cuando vayamos a comprar, fijarnos en el origen de los productos y priorizar los que hayan sido cultivados en regiones cercanas a la nuestra. En segundo lugar, aprender qué verduras y frutas corresponden a cada estación, y consumir en consecuencia. En tercer lugar, y es a lo que venía todo esto, ¡participar en un grupo de consumo responsable! Yo me he apuntado a uno impulsado desde Ekologistak martxan y estoy encantada!
Cada semana encargo una cesta de 10 euros que nunca trae los mismos productos. Hasta ahora me han tocado acelgas, calabaza, calabacín, tomates, berenjenas, pepino, perejil, repollo, manzanas, ajo, alubias... También compro pan y huevos ecológicos. Hay opción de comprar también azúcar, mermeladas, incluso carne ecológica... De alguna manera, me obliga a comer y a aprender a cocinar productos que hasta ahora no consumía, como las acelgas. Además, cocinando más he sustituido productos que compraba de bote (por ejemplo, gazpacho). Es barato porque se encargan al pequeño productor o productora (a las que estás apoyando) sin intermediarios. Yo no estoy tan metida, pero las personas más implicadas se han preocupado de saber de dónde viene lo que comen: han visitado las huertas, han visto cómo se alimenta a las gallinas, se han informado de los productos tóxicos que se utilizan... ¡Y los productos están riquísimos! Estoy segura de que en todas las ciudades encontraréis grupos similares. ¿Os animáis?
2 comentarios:
Es una idea hermosa, que ayuda a paliar (aunque sea un poco) el problema del "intermediario" (que es el chupoptero del negocio). Además se trata de alimentos naturales y como bien dices te enseñan a comer lo que da la tierra en cada temporada. Y efectivamente no son nada caros.
Mi hija ya está en un grupo.
Un beso.
Salud y República
A mí me gustaría también resaltar, aunque ya lo haces implícitamente, la lacra de la sobrealimentación. Lacra porque es perjudicial para el que la padece y porque perjudica a los que tienen menos que comer.
Basta con pensar que en EE.UU, Francia, Bélgica, Holanda o Alemania la media de consumo es de 3500 Cal para una persona en un día y que en Bolivia, India, Bangladesh, Filipinas, en muchos estados de Brasil, provincias de Argentina, departamentos de Uruguay, Paraguay y gran parte de los países del continente africano no se llega las 1900 calorías por persona y día.
Sin duda June, comer alimentos de temporada es fundamental pero si además ajustamos las cantidades a nuestros requerimientos, el valor de ayuda será aun mayor, para todos.
Y yo voy a confesarme Madre, porque he pecado.
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