Kapuscinki ha muerto

Hoy es un día triste para el periodismo. Ryszard Kapuscinki ha muerto. Si queréis leer una buena biografía podéis pinchar aquí, por ejemplo. Yo prefiero contar lo que he sentido al leer la noticia.

Precisamente llevo dos semanas para terminar las cinco últimas hojas de su Viajes con Heródoto. Es como si algo me impidiera terminar el libro.

Heródoto era para Kapuscinki un compañero de viaje inseparable al que terminaba por cogerle cariño. Mi relación con el periodista polaco no era tan intensa pero su nombre me trae buenos recuerdos. No sólo por las agradables lecturas de Viajes con Heródoto, Los cínicos no sirven para este oficio y Un día más con vida.

Me recuerda también a uno de los profesores más extravagantes de la universidad, Ibañez, que ofreció dar automáticamente un notable sin hacer examen a quien leyera todas sus obras. Mi compañera Beatriz Durán se lo creyó y lo consiguió. Otras muchas conseguimos algún punto positivo que nos vino muy bien. Me recuerda también a la compañera de clase más entrañable, Ismene Mouzo, que entre sus rarezas llamaba Kapuscinski al café capucchino. Me recuerda, por último, a mi novio, poco aficionado a la lectura, que por mi cumpleaños se recorrió la librería de El Corte Inglés hasta encontrar un libro cuyo título le recordara a mí para regalármelo por sorpresa. Eligió el ya mencionado Viajes con Heródoto. Será que el apellido Kapuscinki deja huella.

Estoy segura de que todo estudiante o licenciado de periodismo estará lamentando su muerte. Pero lo bueno de los escritores es que nunca mueren así que seguiremos viajando con él de Bilbao a Mungia y de Polonia a Angola. "El sentido de la vida es cruzar fronteras" aseguraba en una entrevista. Y sobre todo aprenderemos de él cómo ser un periodista honesto, intrépido, de una curiosidad incansable (que le llevó a ser un gran conocerdor de África) y una pluma deliciosa.