Desde que me enteré de que existe en Colombia una ciudad llamada Armenia me inundó una enorme curiosidad que conseguí saciar de casualidad. Nos encontrábamos en
Pereira, en el corazón del Eje Cafetero, impartiendo un taller en la universidad. Después pensábamos pasar un par de días haciendo alguna excursión por los alrededores de la ciudad. Nuestros planes cambiaron al conocer a Claudia, madre de María Teresa, la organizadora del taller.
Claudia vive en
Salento, un hermoso pueblecito, muy turístico debido a sus casitas de colores plagadas de tiendas de artesanía, situado en el departamento vecino Quindío, también en el Eje Cafetero. Ella tiene una finca en la que cultiva hierbas medicinales, actividad que compagina con diversos proyectos como trabajadora social encaminados a promover el empoderamiento de las mujeres campesinas de la región a través de las artes. Nos dijo que no podíamos dejar de ir a Salento y nos convenció. Nos cogimos el autobús, al son dulzón del vallenato, ansiosas por desintoxicarnos de todo el ruido y la contaminación de Bogotá y Pereira. Encontramos a un entrañable compañero de viaje, un músico indigenista y místico, pero esa historia me la reservo para otra ocasión.
Total, que después de encontrarnos con Claudia en Salento nos dijo: "¿Qué os parece hacer una entrevista en la radio universitaria de Armenia? Es para el único programa con perspectiva de género del departamento". ¿Cómo se dice que no a una petición así? Apenas nos dio tiempo de dejar las maletas en la pensión y tomarnos un café antes de meternos de nuevo en otro microbus rumbo a otra urbe.
"¿Por qué se llama Armenia?", preguntamos en cuanto tuvimos ocasión. Porque quienes habitaban esta región eran considerablemente ilustrados. Por lo que, al fundar la capital del Quindío en 1889, lejos de recurrir al nombre de una virgen, quisieron rendir homenaje a las víctimas de la guerra que estaba aconteciendo en Armenia.
La
Armenia colombiana es conocida como "la ciudad milagro". Nos dijeron que era por lo bien que se recuperó tras el terremoto de 6.2 grados en la escala Richter que la asoló en 1999. Me sorprende ahora leer en Wikipedia que murieron 1230 personas. Supongo que dada la magnitud de la catástrofe, la cifra es mucho menor de la esperada.
En realidad apenas vimos la ciudad, sino que nos metimos a la Universidad del Quindío a realizar la entrevista. Era para un programa de medio ambiente conducido por el ambientalista Néstor Jaime Ocampo, en el que Xatlí Murillo, comunicadora social y buena amiga de Claudia, cuenta con un espacio en el que incorpora la perspectiva de género. La tuvimos que grabar en grabadora ya que una caída de la tensión suspendió el programa. Lo bueno es que durante la espera pudimos charlar con Xatlí y Néstor Jaime, dos encantadores docentes universitarios, apasionados por el ecologismo, que nos hablaron de las lacras que sufre la región, como la desertización debido al cultivo masivo de especies exóticas de pino.
Néstor Jaime nos contó una hazaña que, por lo que compruebo ahora rastreándole (adoro Google) le ha hecho popular. Compró una acción de la multinacional papelera Smurfit para poder plantarse en su junta de accionistas en Dublín y denunciar que se estaban lucrando a costa de perpetrar sendos crímenes ecológicos en Quindío.
Encuentro un reportaje que narra toda la historia. Os copio un fragmento: "El hecho [la intervención de Néstor Jaime en la asamblea de accionistas], registrado con profusión por la radio, los periódicos y la televisión irlandesa, tuvo alcances insospechados y hasta el famoso grupo musical de rock U2, liderado por Bono, resultó envuelto en el debate, cuando se descubrió que mediante malas mañas la multinacional insertó una foto del grupo en una de sus publicaciones, haciéndolo aparecer como avalador del manejo de la multinacional. Néstor Jaime escribió a Bono y el grupo condenó la acción de la Smurfit. Para concluir esta parte, digamos que la demanda instaurada por la poderosa Smurfit contra Néstor Jaime Ocampo no prosperó: los ambientalistas demostraron ante la justicia colombiana que las denuncias estaban respaldadas por hechos comprobados".
Un lujo pues escuchar esta historia en voz de su protagonista, y conocerlo tanto a él como a Xatlí, una pionera en divulgar sobre el nexo que une feminismo y ecologismo. Gracias a los dos.