El último esperpento de las campañas de sensibilización es el anuncio de Sanidad para promover el uso del condón. Una pareja adolescente canta un absurdo rap. Sanidad piensa que eso mola y llega a la chavalería. En general, me parece un error gastarse tanta pasta en lanzar lemas moralizantes sin más. Nos tratan como tontos. Quieren que hagamos lo que nos recomiendan sin rechistar, sin preguntarnos porqué es la mejor opción. Y me parece que es contraproducente, porque no nos identificamos, porque vemos que su discurso no coincide con lo que vemos en la vida real.
El gran ejemplo es el sida. Las personas de mi generación hemos recibido charlas de educación sexual casi desde EGB. Sabemos que el condón (ya sea masculino o femenino, aunque de este último no hayamos visto un ejemplar en nuestra vida) es el único método anticonceptivo que previene las ETS, entre ellas el VIH. Sabemos que el VIH se transmite sólo a través de la sangre y los fluidos corporales. Incluso sabemos que conviene hacerse una prueba de vez en cuando. Con esa información pensamos que sabemos suficiente sobre el sida.
Pero en cuanto nos empezamos a hacer preguntas concretas, la cosa falla. ¿Cómo se transmite exactamente? Sabemos que con besos no (a no ser que haya heridas y demás), con penetración sí y con sexo oral hay posibilidades. ¿Cómo que hay posibilidades? ¿Cuántas? ¿Hay las mismas en todo tipo de prácticas? Estas preguntas tienen sentido sobre todo cuando hablamos de relaciones homosexuales. Ocurre lo de siempre: las lesbianas son invisibles y los gays están estigmatizados. ¿Se pueden transmitir el sida dos mujeres practicando el sexo oral? En las jornadas Feminismopornopunk, en las que predominaba el público bollero, quedó claro que ni ellas lo saben. Las que daban una respuesta contundente decían que no se puede. Saben que existen unas telitas de látex que conviene usar, pero piensan que igual están perdiendo el tiempo chupando plástico porque nadie les ha explicado cómo se transmite el VIH a través del cunilingus.
Luego están los gays. Todos los estudios hablan de que están especialmente expuestos a contraer el sida. Es innegable que, proporcionalmente, el índice de homosexuales seropositivos es superior que el porcentaje de gays dentro de la población general. Pero nunca nos explican porqué. En el imaginario colectivo, creo que abundarán las siguientes hipótesis:
1- Son más promiscuos
2- Como no tienen miedo a embarazarse, pasan del preservativo
3- El sexo anal aumenta el riesgo de contagio porque es más fácil que haya heridas y el semen de un seropositivo entre en el torrente sanguíneo de un negativo.
Ya digo que no tengo ni idea (agradecería que alguien me lo explique), pero la explicación que más me convence es la 3, unida a la 2. Claro, que si hacemos estas lecturas, vemos que existe una homofobia latente. ¿Por qué no decimos que los colectivos más expuestos son los que practican sexo esporádico y, en especial, sexo anal? Porque sólo las putas hacen esas cosas. Y no nos importa mucho que las putas se contagien. Ni a los puteros, visto que crecen las peticiones de comprar sexo sin protección. Espero que entendáis lo que quiero decir: que nos tratan como gilipollas.
El otro caso paradigmático es el de las drogas. Ayer vi un anuncio en el que un joven advierte de que al principio se metía coca los fines de semana y ahora todos los días. Claro, yo veo eso y no me lo creo, o me parece una excepción, porque mucha gente de mi entorno (que es normal, no creáis) lleva años tomando cocaína, speed, pastillas y esas cosas que están de moda ahora (eme o como se llame...), alguna de vez en cuando y otra todos los findes. Y sólo una presenta aparentemente una incipiente adicción. Ni te digo yo con los porros. Así que me parecería que sería mucho más efectivo que nos den información exhaustiva y rigurosa en vez de lanzarnos un Drogas NO sin matices.
Me pongo en el pellejo de las instituciones y entiendo que es muy difícil saber cómo llegar a la gente joven. En cualquier caso, creo que convendría invertir menos en la tele y más en acercarse en la calle, en las discotecas, con información en vez de con sermones. Y, sobre todo, creo que la clave es educar contra la cultura del riesgo. Siempre, cómo no, con perspectiva de género para entender que la cultura del riesgo forma parte de la masculinidad hegemónica y que saber decir que no es una de las consecuencias positivas de empoderar a las mujeres.
En la foto, una campaña francesa. Al menos es creativa.